domingo, 30 de agosto de 2009

Sexo en la oficina

Hola chicos/as, lo prometido es deuda.
Os cuento lo que me ocurrió el otro día en la oficina.
Como de costumbre y haciendo honor a mi alto cargo de ejecutiva… me quedé tarde trabajando y… normalmente suelo estar sola pero… os cuento.
Fui a la impresora de la otra ala de la oficina a recoger un documento que había impreso. Todo estaba bastante oscuro, simplemente con las luces de emergencia que aportaban la mínima luz. Entonces observé que en uno de los despachos había luz, pero no la luz normal. Era como la luz de un flexo. Es decir, había poca luz.
Me acerqué para ver decir buenas noches. Cuando me acercaba al despacho vi a dos personas follando como conejos. Uno era el hombre al que pertenecía el despacho. Y la otra, una de las directivas de la empresa. No sé porqué no se dieron cuenta de que me acerqué (supongo que estaban demasiado metidos en lo suyo), pero el caso es que decidí quedarme mirando desde una esquina-hueco que había. Primero pensé en irme sin hacer ruido pero después me invadió el morbo y decidí quedarme. Los gemidos de ella eran demasiado. Estaba disfrutando como una puta. Os explico el cuadro. A él yo le veía de espaldas, con los pantalones bajados. Ella estaba encima de la mesa sentada con las piernas abiertas pero con la cabeza descolgada hacia atrás. Follaban con mucha pasión y muy a los bestia. Supongo que estarían echando el típico polvo rápido, ya que no es el mejor escenario para relajarse con el tiempo.
Cuando acabaron con esa postura, ella bajó de la mesa y se arrodilló en el suelo. Le dijo “¿Te gustaría que te la chupara como una perra aquí arrodillada?” Os podéis imaginar lo que contestó él…
Entonces observé como ella estaba prácticamente desnuda. Tenía la camisa desabrochada y las tetas fuera. La verdad, es que la hija de puta tenía unos pechos bonitos y ¡grandes!. Terminé viendo literalmente cómo se corrían dentro de su boca y cómo lo escupió encima de sus tetas. Decidí irme. Pero os podéis imaginar lo mojada que me fui a mi casa.
Ese día no follé y ni si quiera me masturbé. Mi marido dormía. Y yo, por la cantidad de cosas que suelo hacer, no quería ni masturbarme pensando en eso. No sé, supongo que pensé que estaba dejando así, de hacer otro acto infiel.
La verdad es que me doy cuenta de que no soy la única.
Os sigo contando.
Aurora.

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